LOS OBSCUROS LABERINTOS DE UNA JUSTICIA TUERTA
Por: Providencia Rossi Pujols
Recorrer los obscuros laberintos de la justicia dominicana, nos lleva a conocer pasadizos verdaderamente tenebrosos llenos de obstáculos, golpes bajos, verdades retorcidas, donde los asesinos, criminales, ladrones, sicarios, narcotraficantes, timadores, resultan blancas palomitas incapaces de dañar a nadie, siempre y cuando estén presentes en el proceso, don dinero o una buena cuña del mismo palo.
La solemnidad con que se presentan los jueces en los tribunales, ataviados con toga y birrete, impresiona a los asistentes, además por el conjunto que ofrece la sobriedad del lugar y las estrictas normas que hay que cumplir ya dentro, pero al parecer, no todos los señores magistrados utilizan la misma vara, ni miden a todos por igual, como bien establecen las leyes nuestras.
Lo primero es que, en el caso de una familia que sufre por la pérdida de un ser querido a manos de un criminal, tiene que armarse de valor para poder compartir el mismo reducido espacio de la sala de audiencias con la persona que haló el gatillo para cegar la vida de su pariente, tiene que tener en cuenta hasta como respira para que no lo manden a sacar del lugar, por el contrario el degenerado se las ingenia para de una manera sublime lanzar miradas y gestos amenazadores.
Estos sujetos, que han violado las leyes que rigen en República Dominicana, reciben tantas prerrogativas que hace parecer a las victimas como los verdaderos criminales y no a la inversa.
Primero, a ellos se les permite hablar sólo en el momento que así lo deseen, si quieren no contestan a cuestionamientos de abogados o ministerio público; pero cuando ven el momento oportuno deciden decir algo, momento donde la indignación de los dolientes se eleva a grados superlativos, al escuchar la sarta de mentiras, verdades a medias o retorcidas, que en boca del asesino suenan sarcásticas. Utilizan testigos falsos, comprados de una u otra manera, mientras a las víctimas o a sus familias se les dificulta expresarse, es más restringido, sólo hablarán si se lo permite la sala.
Al cabo de dos o tres años por fin llega el fallo, esto luego de innumerables reenvíos, producto de incidentes provocados por los propios abogados involucrados en el caso, como tácticas dilatorias.
Las motivaciones finales del honorable magistrado, dan a sobreentender a los familiares de la víctima que la balanza definitivamente se inclinará por la verdadera justicia y se ordenará una sanción tranquilizadora para unos corazones destrozados de dolor y ejemplarizadora, para que otros lo piensen mejor al momento de intentar cometer el mismo delito.
Pero no, la sanción dista mucho de la motivación inicial, con penas risibles, penosas para el delito cometido, entonces la pregunta de un simple ciudadano es, en caso de un asesinato: ¿Cuánto vale quitar una vida, sobre todo una vida joven, útil?, aquí en la tierra de Duarte, Sánchez y Mella, depende de los intereses envueltos.
Al escuchar sanciones benignas y apartadas de toda justeza, en ese mismo instante, es cuando la gente logra descubrir algunos de los pasadizos secretos, algunos recovecos del interminable laberinto judicial dominicano y se inicia el escepticismo, la falta de credibilidad en el sistema de justicia, de una sociedad que aspira a que todos los dominicanos sean medidos con la misma vara y no exista sanciones selectivas para los violadores de nuestras leyes.
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